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Tarde noche de junio. El curso está llegando a su fin, de hecho sólo quedan dos días para finalizar el curso escolar.
Hawkins, se encuentra en el condado de Greene, Indiana. Se trata de una pequeña ciudad que basa su economía en la minería y en la agricultura, con extensiones casi infinitas de praderas y campos de maíz. Está rodeado de bosques de grandes abetos, pino blanco y cedro rojo, lo que en otoño crea un cuadro perfecto de infinitas tonalidades de verdes y marrones, que hace que nadie que la visita pueda olvidar jamás.
El bosque que rodea Hawkins, está formado por
2.700 hectáreas de terreno y sólo los más diestros en
orientación son capaces de salir de él. Hay un dicho en la
ciudad “Si no conoces el bosque de Hidestone”, y te
atreves a entrar sin ser de Anderville, despídete de volver
a ver a los tuyos.
Es una ciudad muy tranquila de aproximadamente
1500 habitantes y el Sheriff de la ciudad no ha tenido
muchos problemas salvo aquellas personas que sin ser
de Anderville se atreven a entrar en Hidestone y se
pierden o desaparecen a pesar de las advertencias en todos los caminos que lo atraviesan prohibiendo la entrada.
En este bosque no funcionan bien las brújulas. Algunos dicen que ésto ocurre desde que edificaron un centro de investigación del FBI, en el que nadie sabe qué es lo que ocurre y al que sólo se puede acceder por una carretera que está siempre vigilada por policía militar.
Atardece en Anderville y Nick baja por las escaleras de su casa con una mochila en la que esconde con cautela un bañador y una toalla. Su padre está sentado frente al televisor escuchando las noticias. Su madre está con su hermano pequeño, un bebé de algo más de un año, al que le está dando la cena mientras discute de la noticia con su marido.
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-Es imposible que se vaya a poder ver la aurora boreal en las longitudes en que vivimos, tengo entendido de que esto sólo ocurre en el círculo polar y perdona que te diga, que aquí lo que se dice frío…
-Kate, interrumpió. Se trata de un fenómeno rarísimo que sólo ocurre una vez cada 500 años, y lo que es peor, dicen en las noticias que es probable que se estropeen muchos satélites e incluso que pueda interferir en los aparatos electrónicos aquí en la tierra.
-Jake, yo no creo que existan eso de las tormentas solares y mucho menos que puedan hacernos daño…
-¿A dónde vas Nick?
-Sólo voy a dar una vuelta con mi pandilla
-¿Y para qué llevas la mochila?
-Pues para llevar el walkie talkie, el tirachinas y un poco de fruta- contestó Nick.
-Vale, pero no vuelvas más tarde de las 10, que mañana hay cole.
-De acuerdo mamá, contestó Nick mientras se dirigía a toda prisa hacia la puerta, mientras sacaba el walkie de la mochila.
-Atención, atención, aquí Nick, montando en su vehículo, nos
vemos en cinco minutos en el restaurante de Harold.
-Tienes que decir cambio, cambio - agregó Job-
Mientras, montado en su bicicleta, ponía los ojos hacia arriba con
cara de desesperación y con un permanente movimiento de su cabeza
que reflejaba la indignación que sentía por volver a decir lo mismo
una y otra vez.
-Si no dices cambio, no sabemos cuándo has terminado de hablar, cambio.
-De acuerdo – contestó Nick
-Pero tienes que decir cambio, cambio, –agregó Lenny – poniendo
exactamente la misma expresión que estaba poniendo Job.
-Pero no os dais cuenta de que va a ser imposible que maneje bien
este aparato, cambio – dijo Will- entrando en la conversación.
Los cuatro estaban en la misma clase del instituto en el 2º curso de
educación secundaria y todos ellos eran más o menos buenos
estudiantes y muy interesados por las Ciencias, de hecho, el curso anterior habían ganado el primer premio estatal de ciencias al presentar un proyecto de una nueva placa solar que era capaz de absorber una mayor cantidad de energía, y que todavía durante este segundo curso, estaban mejorando para volver a presentarse. Estaban seguros de que volverían a ganar. Así se lo recordaba constantemente el profesor Norton, profesor de ciencias, del que se rumoreaba que había estado trabajando en la NASA, pero que lo expulsaron de allí por no acatar una orden de un jefazo.
Sin duda, sin su ayuda, el equipo Simad, que así se hacían llamar, no habría conseguido ni siquiera pasar la fase local.
El equipo Simad, no era precisamente popular en el insti. Más bien, era considerado como un grupo de freakis, es decir, de raros, con todas las consecuencias que ésto llevaba en un pueblo tan pequeño.
Los cuatro aparecieron a la vez en la puerta del restaurante de Harold y sin apenas detenerse, continuaron cuesta abajo por la carretera que salía del pueblo dirección al bosque Hidestone.
-Hola chicos- introdujo Lenny con la voz entrecortada por el esfuerzo que
acababa de hacer, al fin y al cabo, desde su casa hasta el restaurante era todo cuesta arriba.
-¿Os habéis enterado de la noticia de la tormenta solar que nos sobrevendrá
durante los próximos días?- continuó Lenny.
-Pues mi padre dice que no va a ocurrir nada especial, que también montaron un espectáculo cuando el hombre llegó a la Luna y ya ves, todavía están debatiendo si realmente lo hicieron o fue un teatrillo.
-Es imposible que fuera un teatrillo, ¿no recuerdas que hubo una carrera espacial con los rusos y reconocieron que llegamos antes los americanos?- objetó Will, pedaleando un poco más fuerte para ponerse a la altura de Lenny.
-¿Y tú no recuerdas que la bandera americana se movía cuando la plantaron y supuestamente en la luna no hay atmósfera? – Replicó Nick realizando un esfuerzo mayor en la pedalada para ponerse el primero y reírse de los tres.
Job el más científico de los cuatro, quedándose atrás, replicó jadeando y en voz cada vez más elevada. – Si me esperáis, os explico cómo ocurrió todo- lo he visto en la última publicación del National Geographic, pero sólo si me esperáis.—Esto de tener una gran mente como la mía requiere de una deficiencia física que acepto con elegancia- susurró para sí mismo con gesto de aceptación orgullosa.
Los tres primeros, como si razón y victoria fueran una misma cosa, aceleraron todo lo que pudieron, hasta que Nick se detuvo haciendo derrapar la rueda trasera de su bici y alzando la mirada hacia sus dos perseguidores, que se batían en duelo por un segundo puesto que sabían que realmente ya no valía para nada.
Will y Lenny derraparon también en el mismo punto de una forma casi coreografiada y los tres miraron fijamente el cartel del camino que rezaba “No se adentren en el bosque, posibilidad de perderse”.
En unos segundos Job llegó replicando: -No esperaréis ahora que os cuente lo que decía el artículo del National Gographic, ¿verdad?
Nick, Will y Lenny se miraron y soltaron a unísono una carcajada, a sabiendas que si le decían que no, lo contaría de todos modos.
Miraron a ambos lados de la carretera antes de adentrarse en el camino para asegurarse de que nadie les veía. De haber sido así, tendrían un enorme problema en sus casas. Ninguno de sus padres les permitía entrar en ese bosque y mucho menos para bañarse en el lago.
-Os lo voy a contar de todos modos- inquirió Job.
Mientras se ponía el primero como requiriendo el protagonismo del momento, sabiendo que sus compañeros no tenían ni idea del artículo que había leído la noche anterior.
Los tres siguieron a Job permitiendo que se enorgulleciera de ese su momento y aceptando la situación mientras cruzaban sus miradas.
Job explicaba, no de forma muy resumida, el artículo, pero era imposible prestarle toda la atención, pues el contraste de luces y sombras que se contemplaba en el denso bosque era increíble. Los ruidos producidos por los pájaros y demás alimañas eran capaces de extirparte cualquier pensamiento y entrar en un trance de serenidad y bienestar, que hacía que el trayecto que recorrían se hiciera demasiado corto.
-Y de este modo se demostró que el alunizaje de los americanos fue correcto-
Terminó justo al dar la última pedalada mientras aparecía sobre ellos el lago. Ante ellos se abría una vista espectacular de un pequeño lago de unos 100 metros de radio, donde dominaba el silencio.
Nick lo contemplaba de forma orgullosa y sólo un grito le sacó del pequeño trance en el que se encontraba. Era Lenny, que se había dejado soltar de la cuerda que había sujeta a un árbol encima del río y mientras caía decía –Jerónimoooo.-
Se pegaron un baño lleno de chapuzones, ahogadillas y carreras hasta una pequeña roca en el centro del lago a la que llamaban la roca de la victoria y a la que Job nunca había conseguido llegar el primero, pero no sin prometerse a sí mismo que lo volvería a intentar la siguiente vez.
La noche se acercaba y fueron conscientes del problema que tendrían si no regresaban pronto a casa. Así que guardaron las toallas y se montaron en sus bicis,
conectando la luz porque pronto anochecería.
Poco antes del terminar el camino que llevaba a la carretera, Will,
se desvió por un camino apenas identificable que sería un atajo
hasta su casa y se despidió de ellos, sin disminuir el ritmo y sólo
levantando la mano, mostrando sus dedos pulgar y meñique, era
su saludo, su complicidad y su gesto de confianza.
-Hasta luego – dijeron los tres, continuando por el camino que habían venido.
La noche se cerró rápidamente y la luz del foco de Will
centraba más la zona de visión, hasta prácticamente alumbrar
sólo un círculo en el camino. Oyó un ruido a su derecha, un
ruido como de algún animal cerca y por la gravedad del sonido
no parecía un animal pequeño. Volvió a oír el ruido, esta vez
tan cerca que el sobresalto hizo que se saliera del camino y se
dirigiera involuntariamente hacia una piedra que le hizo caer de
forma súbita, haciendo que la rueda delantera quedara destrozada.
Escuchó el ruido una tercera vez, lo que le hizo desprenderse de la bici y salir corriendo hacia su casa que no quedaba lejos.
La casa de Will era más bien pobre y se encontraba aislada entre maizales. La casa más cercana se encontraba a dos kilómetros. Su padre falleció 5 años atrás y era él realizaba el ingreso económico en casa. A raíz del accidente de tráfico que sufrió, su madre se tuvo que poner a trabajar en una fábrica de conservas en la que en época de verano tenía turnos de 14 horas. Su hermano mayor, David, estudiaba 2º de bachillerato, pero desde que falleció su padre, nunca fue el mismo, se convirtió en una persona huraña, y dejó de ser el buen estudiante que fue. Sin embargo, su compromiso con la familia era encomiable. Hasta tal punto que los fines de semana, trabajaba en el restaurante de Harold.
Will entró corriendo en casa, llamando a su madre y a su hermano, pero no halló respuesta. Intentó relajarse en el sillón y convencerse de que habría sido un perro o un lobo, pero que sería incapaz de abrir la puerta de casa. No obstante decidió cerrar todos los pestillos asegurarse de que todas las ventanas de las habitaciones estaban cerradas.
Una por una fue entrando a las habitaciones y cuando fue a cerrar la puerta trasera, observó en el suelo un reguero de líquido transparente, como agua pero más viscosa, miró hacia atrás y vio la silueta de un hombre de tamaño desproporcionado y cuerpo desnudo, sin rostro y con unas uñas parecidas a las de un oso.
Decidió salir corriendo por la puerta trasera
de la casa hacia un cuarto de herramientas
que su padre había fabricado para trabajar
los fines de semana. Sabía que allí, en un
cajón guardaba un arma. Entró como un
rayo, abrió el cajón y comenzó a introducir
balas en el tambor de la pistola, pero aquella
criatura irrumpió con tal fuerza y ruido en la caseta, que Will perdió el control de sus manos, cayendo el arma al suelo. Su grito sonó en la noche, pero nadie pudo escucharlo.
El saludo del grupo se repitió en dos ocasiones más, siendo Nick el último que llegaría a su casa, que era la que más lejos estaba dentro de la zona residencial. Dejó su bicicleta en la entrada a casa y justo en ese instante, algo le hizo girar la cabeza, como buscando algo fuera que había sentido dentro de su mente.
Miró al cielo y se dejó llevar por su racionalidad y abrió la puerta de casa.
-Hola papá, hola mamá-
-¿No crees que llegas un poco tarde jovencito? Vete inmediatamente a la ducha que mañana te toca madrugar.
Nick se dirigió a la ducha, tomó algo y se acostó. Un pensamiento irracional le angustiaba y no sabía por qué.
A las ocho y veinte de la mañana comienzan las clases en la escuela de secundaria de Hawins. Como siempre, los Simad llegan en bicicleta al insti, pero esta vez sólo tres de ellos coinciden en el aparcamiento de bicis.
-¿Dónde está Will?- pregunta Lenny.
- Estará enfermo- respondió Job. Ya sabéis que
en esta época del año son muy comunes los resfriados,
por el aire acondicionado…
No terminó su razonamiento, como siempre, cuando Nick
lo interrumpió.
-Qué raro, hoy tenemos examen final de mates y el nunca faltaría, sobre todo sabiendo que nos jugamos el curso. Miró fijamente al cielo como la había hecho la noche anterior, con cierta inquietud y desasosiego.
El patio del insti no es lo que se dice un lugar especial. Es solo una zona hormigonada para tomar el bocata y donde todos los alumnos de secundaria y bachillerato dan rienda suelta a sus conversaciones y juegos.
-¿Cómo os ha salido el examen?- preguntó Job con aires de grandeza y con la intención de que le preguntaran a él, aunque todos sabían su nota, sobresaliente.
-Pues, no ha ido mal, quizás el cuarto problema sobre las porciones de pizza era un poco complicado, pero en general…
No pudo terminar su frase porque un alumno mayor se acercaba rápidamente a ellos con la intención de cortar la conversación y preguntar. Era el hermano de Will. Presentaba una cara de no haber dormido en toda la noche.
-Hola chicos- Sin esperar respuesta de ellos siguió preguntando.
¿Habéis visto a mi hermano?, anoche no llegó a casa y lo he estado buscando, pero no lo he encontrado.
-Nosotros tampoco lo hemos visto- respondió Lenny.
-Pero ayer estuvo con vosotros, ¿verdad?
Ahora tenéis que elegir una de las dos opciones:
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Respondéis que SI, comprendéis el dolor que siente David y queréis ayudar
Por temor a que os pillen en la travesura de bañaros en el lago, os mantenéis en que no estuvisteis con él.